La violencia colectiva y los efectos en la salud mental de la población
La violencia, en sus diferentes manifestaciones, es una constante en las relaciones humanas, además de un factor de riesgo para la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su primer informe sobre este tema señaló que la violencia representa un problema de salud de primera magnitud, y animó a los gobiernos e instituciones relacionadas con la salud pública a poner en marcha medidas de análisis, prevención y tratamiento. Una de sus categorías, la violencia colectiva, se define como el "uso instrumental de la violencia por gente que se identifica a sí misma como miembros de un grupo, ya sea transitorio o de larga duración, contra otro grupo o conjunto de individuos, con el fin de conseguir determinados objetivos políticos, económicos o sociales" (OMS, 2001).
Es la violencia que resulta de la relación entre supuestos miembros de grupos, reales o imaginados, con la intención, en al menos una de las partes, de causar algún tipo de daño en la otra. Incluye las guerras, el terrorismo, los levantamientos y rebeliones, la agresión y extorsión organizadas contra prisioneros y ciudadanos, también las luchas entre bandas o pandillas, la violencia derivada de conflictos étnicos, religiosos o similares, y las extorsiones de las mafias.
El estudio epidemiológico de estos fenómenos de origen marcadamente social es todavía algo limitado. Los primeros análisis sobre el impacto de la violencia colectiva en la salud se centraron en las repercusiones psicológicas de los supervivientes de la primera y de la segunda guerra mundial, y de los soldados y prisioneros de la guerra de Vietnam.
Las consecuencias de la violencia en la salud: la muerte y otras lesiones
Las consecuencias más evidentes de la violencia son aquellas asociadas con agresiones físicas. La muerte es la consecuencia más dramática, y la violencia es una de sus primeras causas en todo el mundo, sobre todo en las personas jóvenes4. La muerte puede ser consecuencia directa de las agresiones o resultar de la provocación o agravación de afecciones. No obstante, con mucha mayor frecuencia la violencia causa lesiones no fatales. Por ejemplo, un estudio en Sudáfrica estimaba que por cada agresión mortal se producían otras 50.000 no mortales.
La diversidad de lesiones corporales que puede ocasionar la violencia es muy amplia, en función del tipo de agresión, del agente utilizado y de los órganos o tejidos agredidos. Politraumatismos, quemaduras, destrucción o amputación de miembros y órganos, intoxicación o ahogamiento por inhalación o ingestión, heridas por armas de fuego o estallido, aplastamiento o lesiones por onda explosiva, son todos ejemplos de posibles lesiones derivadas de agresiones físicas. Todas ellas pueden desencadenar numerosas secuelas funcionales, agravar afecciones preexistentes o inducir la aparición de nuevas alteraciones.
La reacción psicológica ante el hecho violento: el trauma
Con mucha frecuencia, como también ocurre con otros sucesos graves, los hechos violentos intensos pueden constituir un fenómeno traumático para la víctima. En estos casos, su vivencia y superación tienen una gran influencia en la salud.
El trauma o el shock traumático es la conmoción emocional provocada por un hecho que se percibe como amenaza importante y se vive generalmente con temor intenso, desesperanza u horror. Es una reacción temporal y normal ante un hecho grave, cuya superación requiere un proceso de adaptación a la nueva realidad. La reacción traumática se acompaña a menudo de reacciones adaptativas, como estupor o ansiedad, trastornos del sueño, angustia, sensaciones de culpa y vergüenza, tristeza, irritabilidad, desesperanza, e incluso alteraciones psicosomáticas y otras.
El trauma puede superarse en unos meses, pero en ocasiones puede cronificarse y producir secuelas importantes. El carácter súbito y brutal que acompaña a la violencia colectiva parece dificultar su resolución, en particular en los casos más graves, como pueden ser los asesinatos.
Secuelas emocionales
Casi todos los tipos de violencia, aun en ausencia de agresiones físicas, pueden generar daño emocional. Se estima que entre el 30% y el 60% de las personas expuestas a una violencia colectiva intensa es posible que sufran secuelas psicológicas que pueden llegar a ser graves y persistentes. Por ejemplo, se han observado secuelas en soldados décadas después de finalizado el conflicto bélico, al igual que en supervivientes de los campos de concentración nazis.
Las lesiones psicológicas asociadas a la violencia son numerosas y muy a menudo coexisten varias de ellas. Destacan los trastornos afectivos y de ansiedad, somatizaciones y el síndrome de estrés postraumático (TEPT), además de sentimientos negativos como vergüenza, desesperación y hostilidad, y alteraciones de la conducta y de las relaciones interpersonales.
Impacto social
La violencia colectiva tiene una dimensión social indudable al darse en un ámbito determinado y sobre todo al interpretarse colectivamente. La psicología social ha descrito el concepto clima social para expresar el conjunto de emociones que se transmiten y comparten por una colectividad, y que, aunque atribuidas al entorno, modulan las emociones individuales. En situaciones de violencia colectiva se describe a menudo la instauración de un clima emocional caracterizado por miedo, ansiedad, inseguridad, desesperanza y desconfianza en la sociedad y en las instituciones, que también parece favorecer las relaciones sociales marcadas por la polarización y las creencias estereotipadas.
En este ambiente, los individuos pueden desarrollar conductas de evitación y aislamiento, sentimientos de culpa y vergüenza, limitar su solidaridad o desconectar cognitivamente y en su conducta; también puede facilitarse nueva violencia. El concepto trauma social describe la afectación emocional que prevalece en una comunidad como consecuencia de la violencia colectiva, e implica que las repercusiones individuales de la violencia también se derivan del vínculo de los individuos con la sociedad. Por ejemplo, las altas frecuencias de ansiedad (94%) y SEPT (65%) observadas en algunos grupos de jóvenes en Gaza, atribuidas a las condiciones de vida o a la participación en estrategias de afrontamiento, pueden sugerir este fenómeno.
Victimización
En términos amplios, víctima de la violencia es «todo ser humano que sufre un daño intencionado provocado por otro ser humano». Quienes reciben directamente la agresión se consideran «víctimas primarias». Otros allegados de las víctimas, los testigos o el personal de auxilio e incluso terceras personas, pueden sensibilizarse ante la visualización o el conocimiento de la violencia, por transferencia emocional e intelectual o por reactivación de memorias de traumas anteriores, como ocurre a menudo en antiguas víctimas primarias.
Son éstas las «víctimas secundarias», quienes también pueden desarrollar ansiedad, depresión, somatizaciones e incluso estrés postraumático. En los atentados del 11-S en Nueva York, un 5% de una muestra de la población general presentaba estrés postraumático 1 mes después de los atentados y un 6,4% de los trabajadores que participaron en las labores de rescate hasta 6 meses después.
Referencias
F. Moreno Martín, L. De la Corte, J.M. SabucedoPsicología de la guerra: causas y efectos
L. De la Corte, A. Blanco, J.M. Sabucedo (Eds.), Psicología y derechos humanos, Icaria Editorial, Barcelona (2004), pp. 145-187
OMS.
Clasificación internacional del funcionamiento, de la discapacidad y de
la salud. Ginebra: Organización Mundial de la Salud; 2001.
C. Martín Beristaín, D. Páez Rovira Violencia, apoyo a las víctimas y reconstrucción social: experiencias internacionales y el desafío vasco
Editorial Fundamentos, Madrid (2000)
R. Mollica. Efectos psicosociales y sobre la salud mental de las situaciones de violencia colectiva
P. Pérez (Ed.), Actuaciones psicosociales en guerra y violencia política, Exlibris Salud Pública. Exlibris Ediciones SL, Madrid (1999), pp. 45-61
P. Pérez. Actuaciones psicosociales en guerra y violencia política
Exlibris Salud Pública. Exlibris Ediciones SL, Madrid (1999)